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Incursione en el mundo de las carreras parejeras. Un vicio del que me curé muy
rápido, pues además de lo costoso, me di cuenta de lo peligroso que era en todos
los sentidos; por el dinero de las apuestas que habían de por medio.

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Dentro de ese contexto, tomar clases de salto, me duró poco ya que se me hizo tedioso y aburrido. No le veía propósito ni beneficio estar saltando obstáculos interminablemente. Además, de lo duro que era en perjuicio de las extremidades de los caballos. Simplemente no llamó mi atención.

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Todo cambió en el momento que me llevó a ver a un amigo suyo que tenía
caballos españoles y lusitanos y que estaba inmerso en el mundo del rejoneo, me refiero al Maestro Paco Barona. Bastó que viera un caballo ejecutar ejercicios de Alta Escuela para quedarme envenenado de esa miel que solo acrecienta la sed y el hambre por más.

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Con ello, llegó el golpe de conciencia con la responsabilidad de todo lo que implicaba cuidar de un caballo. Que distinta es hacer las cosas por pasatiempo como un simple aficionado a hacerlas de manera responsable y profesional. La distancia es realmente abismal y peor aun cuando no es a ti a quien le duele el bolsillo mantener tus hábitos. En mi caso, mis adicciones, pues el hambre por tener otro caballo, otra montura, otro freno. ¡Solo, aumentaba insaciablemente!